lunes, 22 de junio de 2015

La Princesa Hamburguesa (4)

Si te has perdido las anteriores entregas de este relato, aquí van unos enlaces que estarían patrocinados si tuviera patrocinadores.

Pero vamos, vosotros comprad mucho, que para eso vivimos en el capitalismo.

 La Princesa Hamburguesa (1), donde conocemos el porqué de su mote

 La Princesa Hamburguesa (2), sobre revistas y el manifiesto Dogma

 La Princesa Hamburguesa (3), sobre sus notas al acabar la Escuela

  

"¿Qué es eso de la Universidad?" preguntó la madre de la Princesa Hamburguesa, la Reina Astra.
           El padre de la Princesa Hamburguesa, el Rey Bueno, daba vueltas a la habitación con las manos en la espalda, mientras la Reina Astra bordaba en una esquina cerca de la chimenea. 
          Él era bajito, con tripa oronda y grandes bigotes blancos. No se había quitado la corona desde que fuera nombrado Rey, al acabar con el Dragón de Escamas Parcialmente Desprendidas que custodiaba a la por aquel entonces Princesa Astra (y por lo tanto desposarla en real matrimonio a pesar de que él en realidad era un herrero); como el Reino no pasaba en los mejores momentos económicos y la corona sólo estaba parcialmente bañada en plata, el empeño de llevarla hasta para ducharse había dado como consecuencia un círculo de óxido en la calva del monarca.
        Ella era alta y esbelta, con los cabellos oscuros, y aunque ella también portaba su corona en todo momento (incluso antes de ser rescatada del Dragón), no había tenido los mismos efectos cutáneos que en su marido. Unos decían que era porque la suya era de oro de verdad, pero las malas lenguas decían que aquella corona era en realidad parte del cráneo de la Reina Astra, aberración genética fruto posiblemente de un Caballero Draconiano de la Orden de los Escamas Doradas que, según cuentan las cotillas en los soportales y el número de julio de Vanity Fairy, habría tenido más que palabras con la bisabuela de la Reina Astra.
        El Rey Bueno habría usado ese rumor para justificar el carácter incendiario y explosivo de su hija si se hubiera atrevido a sacar el tema.
        "Pues la Universidad es, al parecer, un sitio para aprender a pensar" explicó.
        "¿Qué tontería es esa de aprender a pensar? Pensar se piensa, y punto."
        "Pues al parecer no, al parecer se puede aprender a pensar y, según tu hija, es necesario."
        "A mí nunca me ha hecho falta aprender a pensar" dijo la Reina Astra muy convencida.
       "¡A mí tampoco!" soltó muy orgulloso el Rey Bueno. "En toda mi vida he tenido apenas dos pensamientos enteros, y mírame, soy el Rey".
       "Eso de pensar está sobrevalorado. No sirve para absolutamente nada" continuó la Reina Astra.
       "¿Acaso se puede matar a un Ogro pensando? ¿O se puede escalar una torre? ¿O acabar con un Dragón?"
       "Bueno, en términos estrictos para matar a un Ogro hace falta no poca estrategia militar dada su superioridad física, es bueno reflexionar antes de asaltar una torre que escalar y Edipo venció a la terrible Esfinge sólo con su ingenio" respondió ella sin levantar la vista de su bordado.
        "Eso me suena a pensar más de la cuenta" dijo el Rey Bueno mientras fruncía las cejas con suspicacia.
        "Nada más lejos de mi intención, esposo mío. Por lo que a mí respecta, no hay ninguna necesidad de ir a ningún sitio para aprender a pensar."
       "Entonces estamos de acuerdo. Voy a prohibir a tu hija ir a esa Universidad."
        "Vamos."
       "¿Decías, esposa mía?"
       "Decía que vamos a prohibirle ir a la Universidad tú y yo, esposo mío."
       "Eso he dicho."

El problema era que la Princesa Hamburguesa ya no estaba en sus aposentos cuando el Rey Bueno fue a prohibirle ir a la Universidad.



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